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Un foro independiente para una discusión crítica de la filosofía integral de Ken Wilber



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La Recuperació del Espiritu

en Psicología y la Tarea Espiritual
de la Psicologia Profunda en el Modelo de Wilber

Octavio García

Muy probablemente la mayoría de los presentes tenemos una idea más o menos precisa de la Historia de la Psicología como ciencia. Sin embargo, no me cabe la menor duda de lo sesgado y parcial que suele ser en general nuestro conocimiento e información. Todos sabemos que la historia es siempre una versión construida frecuentemente ligada o al menos condicionada en algún grado a la ideología, los prejuicios, los valores y también las luces de quienes la reconstruyen, probablemente algo inevitable. La anécdota que nos relata Ken Wilber en la introducción a su libro “Una visión integral de la psicología” es ciertamente interesante respecto a este punto y lo que trato de decirles. Nuestra autor nos dice que buscando en una librería de viejo encontró un ejemplar de “Vida después de la muerte”escrito por un tal Gustav Fechner en 1835. Todos los que han cursado estudios de psicología saben que Fechner es considerado como una de las figuras capitales de la psicología científica, gracias a su introducción de principios y métodos de medición y cuantificación experimental de los fenómenos y procesos psicológicos, siendo considerado el padre de la psicofísica, fundamento de los desarrollos posteriores cuyo momento de reconocimiento internacional vendrá de la mano de W.Wundt y su laboratorio de Psicología experimental en Leipzig en 1879. El interés de la cuestión radica en el contenido del texto mencionado, en el que Wilber nos explica que Fechner, de forma sorprendente e inesperada, nos presenta una concepción del ser humano y de su desarrollo absolutamente espiritual, del que Wilber nos cita lo siguiente

“El hombre no vive una vez sino tres: durante el primer estadio de su vida no deja de soñar, durante el segundo va alternando entre el sueño y el despertar, y sólo en el tercero despierta para siempre.”
“(…) en el segundo estadio es su mente la que se desarrolla, preparando los órganos que requerirá en el tercero y sólo en el último desarrolla el germen de lo divino que descansa oculto en el fondo de todo ser humano.” Pg. 11-12

Parece ser entonces que la perspectiva de Fechner era otra, mucho más global y abarcativa que aquella que frecuentemente se le atribuye, ya que suele ser considerado como aquel que colaboró intensamente en la separación de la psicología de la filosofía y sobre todo de la metafísica, pasando a formar parte del ámbito de las ciencias alejadas de la especulación y la contaminación propia de la filosofía y la religión. Según nos muestra Wilber, nada más lejos de la realidad a partir de la lectura del texto mencionado y de su posterior “Elementos de psicofísica”

“hay que recordar que, en la psicofísica de Fechner, el espíritu y la materia no se hallaban separados, sino que eran dos facetas de la misma realidad, y que todos sus intentos de cuantificar los fenómenos mentales subrayaban la imposibilidad de separarlos, sin tratar de reducir el espíritu o el alma a objetos materiales y, mucho menos todavía, negar el espíritu y el alma como ha ocurrido con sus menos sensibles herederos.” K. Wilber, Pag. 13.

Este caso que Wilber trae a nuestro conocimiento, no resulta aislado. Con frecuencia los aspectos, intereses o desarrollos de orden espiritual de muchos grandes protagonistas de la historia del conocimiento han padecido tales encubrimientos o negaciones que han llevado a formulaciones y construcciones diseccionadas y parciales de sus visiones y conceptualizaciones, y quizás, con el consiguiente influjo cultural fácilmente reduccionista. Podemos pensar en Isaac Newton y su poco conocido interés por la astrología; de hecho todos los grandes pensadores que fundamentaron la nueva ciencia en los S. XVI y XVII compartían intereses “nada científicos”; Platón y su fundamental y esencial misticismo; A. Einstein, entre otros físicos de vanguardia, y su profunda e intensa religiosidad tan unida a su quehacer y elaboración científica. En el ámbito de la Psicología no podemos dejar de destacar, como hace el propio Wilber, a W.James, verdadero padre precursor de la Psicología norteamericana de finales del S.XIX y su profundo y comprometido interés por la religiosidad, fruto del cual es una muestra su texto “Variedades de la experiencia religiosa”. Citado por R.Walsh y F. Vaughan escuchamos a James:

“No me cabe la menor duda de que la mayoría de las personas viven, sea física, intelectual o moralmente, en un círculo muy restringido de la potencialidad de su ser. Sólo se valen de una porción muy pequeña de su conciencia posible (…) como si un hombre, de todo su organismo corporal, se habituase a usar y mover sólo el dedo meñique. (…) Todos tenemos, para recurrir a ellas, reservas de vida con las que ni siquiera soñamos.” William James. (En Más allá del ego. Textos de psicología transpersonal. R.Walsh y F.Vaughan.)
“(…) nuestra conciencia normal de vigilia (…) no es más que un tipo especial de conciencia, separada de todo lo que la rodea por la más tenue de las pantallas, más allá de la cual hay formas potenciales de conciencia enteramente diferentes. Podemos ir por la vida sin sospechar su existencia; pero si se aplica el estímulo necesario, basta un toque para que estén ahí, totalmente completas (…). No puede ser completa ninguna visión del universo en su totalidad que deje de considerar estas otras formas de conciencia. La cuestión es cómo hay que considerarlas (…). En todo caso, nos prohíben cerrar prematuramente nuestras cuentas con la realidad.” W.James. (En Más allá del ego. Textos de psicología transpersonal. R.Walsh y F.Vaughan. pg. 54).

Sin duda alguna podríamos ampliar nuestras presentaciones con una diversidad de autores que han trabajado a lo largo del s. XX con gran intensidad para que la Psicología (tomada aquí en sentido amplio) no quedara restringida ni quedaran fuera de ella los grandes descubrimientos y desarrollos de la interioridad formulados por las Tradiciones de Sabiduría de siempre y sus modernas formulaciones. No nos resultaría difícil destacar aquí autores de la talla de C.G.Jung, R.Assaglioli, A.Maslow o E. Fromm que, entre otros muchos, han contribuido a recuperar para la psicología los dominios de la Espiritualidad. Y desde una perspectiva más amplia y tan característica de Wilber ya que constituye mucho de lo esencial de su obra, la integración de las aportaciones de muchos investigadores que han contribuido a la salud mental, a la comprensión y al crecimiento o realización, entre los cuales Freud y el psicoanálisis tienen un lugar de privilegio desde el lado de la razón occidental en la síntesis wilberiana. Pero muy probablemente, los estudiosos que estamos aquí coincidamos en la idea de que pocos han hecho tanto y de tanta altura y calidad como Ken Wilber para semejante labor. Wilber se ha ocupado denodadamente en las casi tres últimas décadas de las dimensiones más elevadas de nuestra interioridad más profunda, aquellas de las que se han ocupado desde muy antiguo las Tradiciones Espirituales, y su esfuerzo por integrar el conocimiento de la Psicología y la ciencia moderna con la sabiduría proveniente de la premodernidad es sin duda único e incomparable. Su tremendo esfuerzo, unido al de un cada vez más amplio contexto de autores, investigadores y practicantes, expresado a través de un creciente número de publicaciones y desarrollos diversos, le llevó a alegrarse diciendo:

“Afortunadamente podemos felicitarnos porque la Gran Cadena del Ser, la gran holoarquía del ser, después de haber sido provisionalmente soslayada en el siglo XIX por diversos reduccionismos materialistas (desde el materialismo científico hasta el conductismo y el positivismo), está experimentando un sorprendente retorno. Este extravío provisional –que trataba de reducir la holoarquía del ser a su nivel inferior, la materia- fue particularmente insidioso en el campo de la psicología, que comenzó perdiendo el espíritu, siguió perdiendo el alma, continuó perdiendo la mente y terminó circunscrita al estudio de la conducta empírica y de los impulsos corporales, restricción que en cualquier otro tiempo o lugar hubiera sido considerada una auténtica locura.” K.Wilber “El ojo del espíritu” pg.63

Más específicamente podemos decir que su gran esfuerzo ha sido rehabilitar las interioridades ante todo (esfuerzo en el cual no se ha encontrado solo desde luego, ya que psicoanalistas, humanistas, existencialistas y muchos pensadores filosóficos, sociológicos y científicos en general trabajan en similar empeño y frente a un mismo enemigo) y en última instancia en el seno más íntimo de la interioridad el Espíritu como la naturaleza última del ser. Para nuestro autor, la pérdida de la interioridad es una de las grandes catástrofes de la modernidad, y su rehabilitación su mayor urgencia. Quienes aspiramos a la profundidad y a la significación, sabemos la poderosa seducción de la superficialidad y el reduccionismo materialista que Wilber tanto critica denominándolo “mundo chato”; la biologización y farmacologización de la vida en general y del sufrimiento mental es, en particular para los psicólogos, una muestra trágica frente a la que luchar continuamente en nuestras sociedades industrializadas modernas y postmodernas. En este sentido y esencialmente en relación con la espiritualidad, Ken Wilber viene siendo una fuente inagotable de inspiración, reflexión y realización; un abanderado incorruptible del valor del desarrollo espiritual e integral que trabaja incansablemente teorizando, cuestionando, criticando y formulando constantemente a partir de su realización personal y de su reflexión intelectual. Wilber siempre apunta a la esencia, y la esencia de la existencia es, siguiendo la sabiduría de las tradiciones contemplativas místicas y sus diversas terminologías, el Espíritu, la realidad primordial, el fundamento esencial, la vacuidad última de la que emana toda manifestación, siendo la espiritualidad, en su definición más radical, el reconocimiento o realización del Espíritu como nuestro Yo o naturaleza primordial. Y para nuestro protagonista, la Psicología necesita incorporar e integrar los saberes de las disciplinas contemplativas a sus comprensiones actuales. Para Wilber, la conciencia y su desarrollo no terminan en la madurez y complejización de la mente racional y sus múltiples posibilidades, sino que el espectro de niveles que la conciencia puede hollar supera con creces a la mente racional y sus visiones del mundo, aunque necesariamente la integra. Y es aquí donde nos plantea una serie de niveles que culminan en el reconocimiento del Espíritu o Naturaleza Primordial como alfa y omega de la existencia humana, considerando que la plenitud humana y la labor de la Psicología y nuestro aprovechamiento de sus comprensiones y posibilidades, culmina en la comprensión y sobre todo en la realización de la escalera que conduce al Espíritu, siendo el Espíritu a la vez el peldaño último y la madera misma que constituye toda la escalera. Y para Wilber, el reconocimiento del Espíritu es la culminación de un proceso de desarrollo multilineal que pasa por unas serie de fases, que irían de lo preconvencional, prerracional o egocéntrico, a lo convencional, racional o etnocéntrico, pasando por lo post-convencional, holístico o mundicéntrico, para culminar en lo post-postconvencional, místicio o bodhisatvico y el reconocimiento del Espiritu o Fundamento no-dual de la existencia como el alfa y el omega de la existencia.

Ahora bien, este desarrollo espiritual es planteado en la obra de Wilber, y muy específicamente a partir de Wilber III, donde introduce y diferencia claramente las líneas del desarrollo de los estadios u olas por las que las diferentes líneas deben atravesar, de tres modos diferenciados ampliamente:

  • - la espiritualidad como una línea del desarrollo claramente diferenciada de las otras líneas, y que él define, siguiendo a Paul Tillich, como la que tiene que ver con la preocupación última del sujeto.
  • - la espiritualidad como la forma superior o más elevada de todas las líneas del desarrollo o nivel post-postconvencional.
  • - la espiritualidad como la integración profunda de todos los niveles y de todas la líneas, si bien esta acepción parece haberla explicitado menos como tal.

En última instancia, aunque las diferencia, en realidad me atrevería a decir que opera esencialmente con las tres y su integración, de modo que me atrevo a considerar que quizás no serían mutuamente excluyentes.

Con todo, son las dos primeras acepciones las que él manifiestamente más desarrolla y compara como tales espiritualidades, y considera como perfectamente válidas siempre y cuando tengamos claro y seamos capaces de especificar bien a cual nos referimos. Mi interés primordial en esta fase final de mi exposición es un profundo compromiso con una frase de Wilber en Breve historia de todas las cosas que reza “si usted no hace las paces con Freud será muy difícil que alcance al Buda” por el que me parece muy importante y nunca desdeñable, alimentar el valor y reconocimiento del trabajo psicológico como base y fundamento para un desarrollo espiritual posible y saludable. De hecho, la integración entre Psicología y Espiritualidad ha sido desde siempre, uno de sus intereses esenciales, sobre el cual ha escrito continuamente, si bien progresivamente incluidos en intereses y elaboraciones cada vez más abarcativos.

“es necesario integrar a Freud con el Buda, integrar la psicología profunda inferior con la psicología superior. “por primera vez en la historia tenemos acceso tanto a Freud como al Buda, lo cual nos permite integrar los profundos descubrimientos del Occidente moderno – la noción exclusivamente occidental de inconsciente dinámico- con las tradiciones místicas o contemplativas, tanto orientales como occidentales, y disponer de un enfoque más espectral y más global.” K.Wilber, en Breve historia de todas las cosas.

Si tomamos la definición de espiritualidad como la forma superior o más elevada de todas las líneas del desarrollo o el acceso a los niveles post-postconvencionales, el trabajo de las psicologías profundas o ciencias psicodinámicas, contribuye de forma importante a tal desarrollo. A menudo Wilber nos recuerda las limitaciones e incluso imposibilidades de un desarrollo espiritual de amplio alcance si no liberamos la energía y la conciencia que tenemos bloqueada en nuestros conflictos y carencias en nuestra estructura de personalidad. De hecho, todas las tradiciones espirituales serias prestan una importante dedicación a la madurez e integración personal, aunque a veces podemos pensar que lo hagan de formas menos sofisticadas y quizás menos eficaces que en la actualidad. Sin este trabajo, es más que evidente que el desarrollo espiritual más elevado se ve impedido, dificultado e incluso tergiversado; de hecho, este trabajo conforma una parte esencial del desarrollo espiritual, en realidad no podemos separarlo. De acuerdo a la abundante investigación que acostumbra a presentarnos Ken Wilber, no parece que sea posible que se pase de la fase preconvencional del desarrollo de alguna línea (afecto, cognición, identidad, ego, relaciones interpersonales, moralidad, ect...) a una fase post-convencional sin transitar por la fase convencional, de modo que no hay saltos sino una progresión gradual del desarrollo que requiere esfuerzo y dedicación, especialmente más allá del nivel convencional del desarrollo que caracteriza el nivel más desarrollado para la humanidad en general. Tomando este proceso de desarrollo y en esta línea de reflexiones, quienes trabajamos diariamente en el contexto de la psicología de las profundidades y tenemos una visión amplia y espiritual del desarrollo, podemos sentirnos, siguiendo en lo esencial a Wilber, plenamente inmersos en la transformación espiritual de nuestros clientes o pacientes aún cuando no se nombre y no se trate de ello directamente en muchos casos, ya que

“… el cuerpo, la mente y el alma no son mutuamente excluyentes. Los deseos de la carne, las ideas de la mente y las iluminaciones del Espíritu son expresiones perfectas del Espíritu único que habita el universo, gestos sublimes de la Gran Perfección que resplandece sobre el mundo. En el Cosmos no hay más que Un Solo Sabor y ese sabor es Divino, ya se exprese a través de la carne, de la mente o del alma.” Ken Wilber, en Diario.

El trabajo diario nos lleva a enfrentar cuestiones de tremenda envergadura en el desarrollo de la conciencia y la reducción del sufrimiento. La lista de aspectos a considerar y a tratar como ámbito de atención cotidiana apenas tiene límite. Traumas primitivos, duelos no resueltos, carencias afectivas, fijaciones, represiones y disociaciones diversas, núcleos autistas, aspectos narcisistas, manifestaciones diversas de omnipotencia y autoengaño, pensamiento mágico, identificaciones patológicas, conflictos con las pulsiones, mecanismos defensivos arcaicos o muy rígidos con sus consiguientes síntomas de todo orden, fóbicos u obsesivos entre otros diversos, temores inconscientes, sentimientos de culpabilidad, de vergüenza o de inferioridad, trastornos psicosomáticos, estados de ansiedad, conflictos con la soledad, la proximidad emocional o la comunicación interpersonal, entre otros muchos aspectos a tratar, configuran infinidad de constelaciones personales con formas diversas de sufrimiento y alienación de las que en algún grado todos padecemos, constituyendo un desafío a nuestro crecimiento y libertad interior, y formando parte ineludible de nuestro trabajo espiritual. Y en este sentido, la aspiración espiritual no puede desgajarse del trabajo psicológico, como no lo ha hecho nunca en el seno de las tradiciones contemplativas a través del trabajo con el maestro y en el seno de la comunidad, aunque en el presente tengamos una comprensión única y muy elaborada de muchos aspectos y causas del sufrimiento. En este sentido, no únicamente la inspiración de Wilber sostiene la recuperación del Espíritu para la Psicología, sino también el valor de la Psicología profunda en el laberíntico camino que conduce al reconocimiento del Espíritu.

Si usamos el globo y su ascenso como metáfora, bien podríamos decir que no es suficiente con que tengamos combustible y fuego para elevarlo hacia las alturas, también es necesario que no tenga que cargar con un peso que evite su ascenso. Si las prácticas contemplativas y la existencia de estadios potenciales de espiritualidad son el fuego y el combustible para elevar nuestra conciencia hacia realizaciones que trascienden los límites de lo preconvencional y convencional, las psicoterapias profundas parten de la estructura que nos contiene y trabajan con el peso adecuado para nuestro equilibrio, un exceso del cual nos impedirá subir, anclándonos en un sufrimiento sin salida, y por otro lado, nos ayudará a no elevarnos demasiado y perder el contacto con la tierra con todos los riesgos que ello conlleva. El trabajo psicológico resulta imprescindible para salvar los riesgos de una espiritualidad “elevacionista” desarraigada y disociada del cuerpo, las emociones y la mente, que deben ser integrados dentro del amplio círculo que aspira a abrir el desarrollo espiritual, de modo que el desarrollo espiritual debe ser psicoespiritual para reducir los riesgos de fomentar o encubrir la patología con el fascinante mundo de la espiritualidad.

“veo que dos campos de actividad que solía considerar como dos compartimentos distintos de mi vida –la búsqueda de la curación y la búsqueda de la iluminación- se han fundido en la experiencia hasta el punto de llegar a ser como los registros superior e inferior de un solo instrumento musical.” Claudio Naranjo, en “La Única Búsqueda”
“el problema surge cuando consideramos la espiritualidad como una alternativa al desarrollo psicológico, más que como su prolongación (...) la consciencia espiritual sólo contribuye a la totalidad cuando se basa en la salud psicológica.” F. Vaughan.
“Un individuo que se identifica con la persona (máscara) cree que una parte de sí mismo es su realidad psicológica entera, mientras que alguien cuya consciencia se identifica con el núcleo del yo está en el centro de su ser, teniendo su persona y otras partes o procesos, pero siendo su totalidad. Más o menos la misma idea se expresa con la metáfora de que generalmente estamos viviendo tan sólo en una habitación de nuestra casa. Esta casa es en realidad un palacio, con torres, salones y jardines, pero estamos encerrados en la cocina o quizás en el sótano, creyendo que ésa es toda la casa.” C. Naranjo. La Única Búsqueda. Pag.162

Quienes lo han leído lo saben, y no me detendré más en ello, pero si haré énfasis en una cuestión muy importante para Wilber, y es la diferenciación entre caminos progresivos y caminos regresivos. De hecho, uno de los conceptos más importantes y célebres de Wilber es la llamada falacia pre-trans, en virtud de la cual es importante diferenciar entre los niveles prepersonales o preracionales y los niveles transpersonales o transnacionales ya que pueden muy bien ser confundidos por el hecho de ser ambos no racionales, pero en tanto los primeros no han alcanzado la razón, los segundos la han trascendido. En la Psicología Transpersonal, se han desarrollado varios modelos para tratar de dar cuenta del desarrollo espiritual o transpersonal, y los tres modelos más reconocidos y estudiados son el modelo de Grof, el de Wasburn y el del propio Wilber. Nuestro autor, sin quitarles muchos de sus valores y cualidades explicativas, ha criticado sustancialmente los modelos de Grof y de Washburn por ser esencialmente regresivos o románticos, es decir, por promover un desarrollo que confunde o lleva lo espiritual al reino de lo prepersonal o preracional cuando para él lo espiritual está siempre más allá o es transracional, ya que toman la regresión como el camino para alcanzar los reinos espirituales, en tanto que Wilber considera que sólo podemos llegar a ellos por el camino de la progresión, de la apertura de la dimensiones superiores que moran más allá de la mente y no antes de ella, y nos recuerda que nunca las Tradiciones Contemplativas han expuesto que el camino para acceder al Espíritu pase por la regresión a los estadios más primarios de nuestra infancia o al nacimiento mismo o más allá. La crítica reside en el hecho de tomarla como el camino que defina esencialmente la espiritualidad. Para Wilber la espiritualidad o las dimensiones más profundas del ser no pueden ser realizadas por vía regresiva, es decir, no tienen que ver con volver a algo que fue pleno como una especie de paraíso o fundamento perdido en algún momento de nuestra historia pasada, por lo que la regresión no puede articular el camino espiritual, no constituye la verdadera puerta, es decir, viajando hacia atrás, hacia nuestros origenes bio-psico-sociales no encontraremos el fundamento o naturaleza última del Ser. Pero a mi modo de ver, esta crítica no debería llevarnos a olvidar o descartar el valor de la regresión parcial y funcional en el seno de un trabajo adecuadamente enmarcado formando parte del trabajo psicológico. En este sentido por tanto, si bien el uso de la regresión en la progresión y construcción psicoterapéutica no nos lleva plenamente a la espiritualidad, si puede contribuir poderosamente a la curación, la madurez y el crecimiento que contribuyen a la totalidad.

Creo que algunos seguidores del pensamiento de Wilber, especialmente si no navegan dedicados a la psicología de las profundidades, pueden decantarse por creer que el desarrollo integral apunta únicamente a las alturas y que las profundidades, para las que diversos grados o modalidades de regresión tienen un inmenso valor, pueden perfectamente ser desechadas o menospreciadas, como acostumbra a ocurrir entre muchos meditadores y buscadores espirituales de elevadas aspiraciones. De hecho es el propio Wilber quien nos recuerda el valor de la regresión en el seno del trabajo psicoterapeutico

El olvido del espíritu y el olvido de la psique.

“Su propuesta concreta es que Occidente, a partir del siglo XVII, perdió el punto de vista metafísico y desarrolló el estudio de la psicopatología para responder al malestar psicológico de los seres humanos. Oriente, y más concretamente los puntos de vista que abrazan la "psicología perenne", no se han interesado por ella dado que consideran que la raíz de todo sufrimiento psicológico está en la separación objeto-sujeto. Sin embargo, para Wilber, ambos enfoques son correctos y, en conjunto, forman un planteamiento complementario de la conciencia que abarca la totalidad del espectro.” Fernando Rodríguez. I Jornadas.

Algo sobre la hº de la Psicología.

La importancia de ambas psicologías, la de las profundidades y la de las alturas, pues ambas conforman la Psicología Integral. A favor de la p. de las alturas no debe ser olvidada la de las profundidades, pues se corre el riesgo de que la psicología de las alturas se disocie, que sus realizaciones queden desprendidas, desenraizadas, desconectadas de los fundamentos biopsicológicos, o corremos el riesgo de oponer ambas en lugar de integrarlas (recordemos el énfasis de Wilber en la integración –aquí debo hablar del valor de la integración y la no represión (*)

(*) La distinción entre diferenciación y disociación.

Cuando la diferenciación va más allá de lo necesario se produce la disociación. Si el desarrollo va de la diferenciación a la integración, la patología lleva la diferenciación hasta el punto de la disociación. La diferencia entre trascendencia y represión.
Ante cada nuevo paso en la experiencia o en el desarrollo nos encontramos ante el dilema de trascender e incluir, que también podemos denominar reunir, integrar o unificar, y el de trascender o reprimir, como equivalentes de negar, alienar u oprimir.

Importante no pensar, y Wilber no lo hace, que el desarrollo es lineal (pg. 348-49 SEE 2).

“los distintos estadios no sólo se mueven en espirales, dan vueltas, vacilan y vuelven atrás, son simplemente indicadores en el camino del crecimiento (y como tales, son muy importantes, pero no monolíticos.) pg.349

Barcelona, mayo del 2004.
Octavio García.